El kirchnerismo coronó anoche, con el plenario de la militancia en Avellaneda, una ofensiva en tres etapas contra Alberto Fernández, que había empezado en distintas entrevistas de sus alfiles durante la semana, y que siguió con el mensaje que dio Cristina Kirchner en persona, públicamente, desde Río Negro. No fue el primer raid demoledor contra la Casa Rosada, pero sí el más duro desde la serie de embestidas que terminó de tachar el nombre de Martín Guzmán del organigrama del Gobierno. El objetivo más inmediato de la Vicepresidenta y de su hijo, Máximo Kirchner, es lograr que el Presidente abandone sus ambiciones de reelección, para acelerar la definición de candidaturas del Frente de Todos ante a las apremiantes elecciones primarias.
El calendario electoral está en marcha y no hay señales de que el oficialismo vaya a impulsar una modificación de fechas en el Congreso, como se rumoreó en los últimos meses. Esta semana, la Dirección Nacional Electoral oficializó la licitación para la compra de sobres y urnas para las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), la General, y la eventual segunda vuelta. Y aunque el momento más álgido será en los días previos al cierre de listas del 24 de junio, el kirchnerismo necesita que los nombres de las cabezas de las nóminas estén mucho antes. En el Instituto Patria, en la Provincia, en los ministerios nacionales y las intendencias afines, quieren empezar a delinear ya mismo el armado proselitista para las elecciones del 13 de agosto.
Mientras se enfocan en abril como mes límite para fijar los nombres, desde la Casa Rosada, en cambio, hablan de mayo, una prolongación de la agonía que en las filas del ala dura consideran indignante. Fue para paliar esa postergación, que consideran típica de Alberto Fernández, que organizaron la embestida de esta semana. Primero, con los avisos de Andrés “Cuervo” Larroque en los medios; después, con el discurso de Cristina Kirchner, el viernes en la Universidad Nacional de Río Negro; y finalmente, ayer por la tarde, con el plenario organizado por la nueva agrupación de Larroque, La Patria es el Otro, en Avellaneda, a través de las voces de Axel Kicillof y Máximo Kirchner.
Las palabras que eligió el hijo de la Vicepresidenta para cerrar el discurso resumieron la secuencia de apariciones. “Parece mentira que, tras la persecusión del Partido Judicial, del hostigamiento mediático metódico, pensado y diseñado, haya compañeros y compañeras más interesados en ganarle a Cristina que sacarnos adelante”, dijo el diputado nacional. Y, como si hubiera dejado lugar a las dudas a quién se estaba refiriendo, remató: “Algunos dudan de ponerse a disposición del conjunto, y abandonar las posturas personales. Más que agradecidos deberían de estar en ciertos lugares. Más humildad, compañero”, lanzó.
Alberto Fernández
Los discursos estuvieron entrelazados por temas que fueron repetidos, a veces, exactamente con las mismas palabras. Embistieron contra la Justicia, a la que acusaron, principalmente, de “proscribir” a Cristina Kirchner en connivencia con la oposición de Juntos por el Cambio -nombraron varias veces a Mauricio Macri-, y con los “medios de comunicación concentrados. Recordaron el intento de asesinato contra la ex presidenta y culparon, nuevamente, a los medios, pero también a Alberto Fernández por permitir un clima político donde algo semejante pudiera ocurrir. También retomaron los antiguos reclamos de renegociación de la deuda con el FMI. Y Máximo Kirchner en particular acusó al Presidente por “ceder” ante el organismo y de fallar a la hora de explicar, con todas las letras, por qué lo hacía.
Máximo Kirchner en Avellaneda (Aglaplata)
También hubo mensajes destinados a ordenar a la propia tropa K, después del fuerte ruido que provocaron entre los más fieles cristinistas las reuniones del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, con empresarios y ejecutivos desde siempre cuestionados por la fuerza. La propia Vicepresidenta, al encomiar una declaración suya sobre el Poder Judicial, se encargó de avisarles a todos que esa reunión, así como sus constantes acercamientos con el establishment e inclusive con la oposición, tienen el aval implícito de la jefa. Máximo Kirchner pareció deslizar una idea similar, cuando pidió desde el escenario, frente a quince mil militantes: “No nos enredemos en falsos debates”.
En la discusión intrakirchnerista sobre candidaturas aparecieron, en Río Negro y en Avellaneda, las figuras de Sergio Massa y Wado De Pedro, una señal de que ambos están en carrera para la candidatura presidencial, al menos para la accionista mayoritaria del FDT, que no casualmente los mencionó, respectivamente, por su apodo y por su nombre. Ni Jorge Capitanich, el gobernador de Chaco que parece haberse decidido a competir en la interna, ni Juan Grabois, el dirigente social aliado desde el Movimiento de Trabajadores Excluidos, aparecieron en las alocuciones.
En las filas del kirchnerismo, además de emplazar a Alberto Fernández, empezaron a erigir, a grandes rasgos, los cimientos sobre los que basarán la campaña. En principio son una reedición de los planteos de 2019: redistribución del ingreso en contraposición a los “poderes concentrados”, a los que asocian a Juntos por el Cambio y el FMI; demonización de la Justicia; y responsabilización de los medios críticos por la instalación de “mentiras”, según palabras de Cristina Kirchner. Inusualmente se colaron, en las arengas de la Vicepresidenta y de su heredero, algunas alusiones vagas al tema que preocupa en primer lugar a los argentinos según todas las encuestas, y que históricamente incomoda al espacio: la inseguridad.
Alberto Fernández no esperó a que hablaran todos para contestar. El sábado, antes del acto masivo en el conurbano sur, se despachó con una defensa durante la misa en Luján para celebrar al papa Francisco. “Nadie es imprescindible, de imprescindibles están llenos los cementerios”, dijo, con brío inusual. En su entorno aseguran que esta semana lo escucharon, más que nunca, decidido a presentarse a la reelección, a pesar de la fuerte resistencia que enfrenta dentro de su propio espacio y que se hizo explícita hace casi un mes, en la primera, y probablemente última, mesa política del FDT, el 16 de febrero.
En la columna de soldados del kirchnerismo, un funcionario bonaerense que participó desde lo alto en la organización del encuentro del sábado, hizo un paralelismo histórico con la Ofensiva del Tet, la operación militar que consumaron los ejércitos de Vietnam del Norte en 1968, y que forzó a Estados Unidos a negociar. Cristina Kirchner, con su más reciente incursión, intenta torcer el brazo a su otrora delfín, el Presidente. Sea para designar un nuevo candidato, propio, o bien -dejó abierta la posibilidad- para presentarse ella misma, como le piden, a viva voz, y con su visto bueno, sus soldados más cercanos y fieles.
Alberto Fernández y la Vicepresidenta están determinados a dar pelea, a cinco meses de las elecciones de agosto, pero en sus respectivos entornos saben que en algún momento, antes del cierre de listas, deberán sentarse a negociar los nombres en las boletas, o bien las reglas de la batalla por la nominación para las Generales. Por ahora, están llevando la discusión al límite.