En las últimas horas, fue detenido Gabriel Carrizo, el jefe de la “banda de los copitos”, a la que pertenecían Fernando Sabag Montiel y Brenda Uliarte, arrestados por el ataque a Cristina Kirchner. Se trata del cuarto involucrado en el atentado a la vicepresidenta.
La Justicia lo detuvo cuando fue a retirar su celular, que había entregado la semana pasada, a Comodoro Py.
Gabriel, que en las redes sociales aparecía con el nombre de “Nicolás”, lideraba el grupo de venta de algodones de azúcar: es el dueño de la máquina para hacerlos. Los investigadores conocieron, a través del celular de Uliarte, que mantuvo conversaciones con la joven de 23 años luego del ataque a la vicepresidente.
Fuentes del caso indicaron TN que Carrizo “contuvo” a la novia del tirador y que la aconsejó, durante el fin de semana que detuvieron a Montiel. Juntos dieron una entrevista en Telefe. Luego, Uliarte fue detenida.
En uno de los mensajes que se recuperaron de su teléfono, Carrizo habla con un tal “Checho” a quien le cuenta de la detención de la joven. “La hagarraron (sic) a Brenda. Hoy estuvimos con ella encima”.
Los mensajes de Carrizo en redes
El cuarto detenido cobró notoriedad cuando se conocieron los estados de WhatsApp en los que publicó un mensaje amenazante al presidente Alberto Fernández: “Seguro el próximo sos vos, Alberto, tené cuidado”.
Está comprobado en la causa que la pareja de Uliarte y Sabag realizó inteligencia previa y los investigadores de la Policía de Seguridad Aeroportuaria buscaban en cámaras y en geolocalización de los celulares que fueron entregados por Carrizo y otros tres miembros del grupo de forma voluntaria, tras declarar como testigos en la causa en manos de la jueza María Eugenia Capuchetti.
Los investigadores quería saber si Carrizo también estuvo en cercanías a la casa de la titular del Senado los días previos al atentado, incluso, el 1 de septiembre, cuando Sabag Montiel apuntó una Bersa 32 en la cabeza de la Vicepresidenta y el tiro no salió.
Carrizo, además, utilizaba cuentas alternativas en redes sociales con las que mantenía conversaciones con los miembros de la banda, algo que despertó sospechas. Los investigadores tratan de determinar si la venta de copos era una fachada para encubrir otra actividad. Buscan establecer cómo se sustentaban ya que contaban con tiempo libre para realizar trabajos previos y creen que no vivían de la venta de copos de azúcar.