Desde muy temprano, los hinchas de Boca Juniors desafiaron al frío que azotó la Ciudad de Buenos Aires y también al mal clima que se había empezado a generar desde la eliminación de la Copa Libertadores. No hubo resultado que los detuviera: nuevamente hubo fiesta en el recibimiento, cánticos a favor del equipo y sostén para un once de Hugo Ibarra que por momentos lució perdido pero encontró la victoria ante Talleres sobre el final por un penal de Marcos Rojo.
Algunos detalles empezaron a anticipar que el plantel tendría respaldo total del público en la previa. Se vieron varias camisetas en las tribunas con los nombres de Marcos Rojo y Darío Benedetto, implicados en la disputa entre referentes y el Consejo de Fútbol junto a Carlos Izquierdoz, quien acompañó a sus compañeros y hasta se paseó por el césped durante la entrada en calor (el parte médico oficial acusó un traumatismo en su tobillo izquierdo, pero lo cierto es que tramita su salida del club para recalar en Estados Unidos, México o Brasil). Cali fue aplaudido por quienes estaban ubicados en la Platea L (inferior) cuando bajó por el túnel camino al vestuario. Además, algunos simpatizantes hablaron previo al partido y cuestionaron su suplencia y posible alejamiento del club.
El blooper de cientos de hinchas que ya estaban apostados sobre la tribuna en la que se ubica La 12 pronosticó que habría comunión entre público y protagonistas: un grupo de fornidos alcanzapelotas asomaron su cabeza por el túnel para empezar a tomar sus ubicaciones y muchos creyeron que se trataba del plantel profesional que salía al campo de juego para realizar la entrada en calor, por lo que empezaron a aplaudir y alentar. Se registró una ovación hasta que varios por lo bajo -y otros a viva voz, insulto mediante- dieron aviso de que se trataba de los juveniles.
Este reconocimiento sí se concretó cuando los jugadores efectivamente se divisaron desde el túnel para meterse en la cancha. Un rato antes había aparecido Agustín Rossi, sin lugar a dudas el más ovacionado por los hinchas xeneizes. Seguramente algún extranjero que anoche haya pisado la Bombonera por primera vez se habrá ido con la impresión de que el arquero del equipo es el jugador más importante y querido por el afecto que recibió. La atronadora ovación se dio cuando comenzaron a surgir interrogantes sobre su continuidad en la institución a partir del año que viene.
Cuando las voces del estadio recitaron la formación, los segundos más aplaudidos detrás de Rossi fueron Marcos Rojo y Darío Benedetto, con la particularidad de haber recibido algunos silbidos muy aislados (seguramente por cuestiones ligadas a la última entrevista televisiva que brindó). Más atrás, Alan Varela se posicionó entre los mejor ponderados por los fanáticos xeneizes, mientras que Exequiel Zeballos fue altamente reconocido cuando nombraron a los suplentes y cuando tuvo que ingresar por Juan Ramírez en el complemento.
Desde la explosión de los hinchas con el clásico “Boca, mi buen amigo” en la salida de los equipos con globos en las tribunas y bengalas de humo en el campo al penal que Benedetto estrelló en el travesaño pasaron apenas 5 minutos. El destino quiso que Pipa tuviera en el amanecer del cotejo una pena máxima a favor y, tal como había adelantado, se hizo cargo (aunque sin la efectividad deseada). Boca se fue desdibujando con el correr de los minutos y la gente se aplacó un tanto frente a una catarata de imprecisiones por parte del local y el constante dominio de la visita. Así y todo, alentó con todas canciones que remitieron a una cuestión: “poner huevo”. Lo cierto es que a los del Negro Ibarra no les faltó actitud sino más bien ideas, profundidad y juego asociado.
El Xeneize no encontraba los caminos para quebrar a un conjunto cordobés que tampoco dispuso de demasiadas chances. A los 8 del segundo tiempo, Benedetto levantó al público con una buena oportunidad a través de un remate que salió por encima del travesaño. El ingreso de Zeballos al cuarto de hora fue una motivación y cada vez que la recibió el santiagueño de 20 años las esperanzas volvieron a nacer. Pero recién a los 35′ Rojo cambió por gol la infracción que generó el Pipa con un Rafael Pérez que se lo comió en el área y además recibió su segunda amarilla. Allí cambió todo. El grito de gol sonó a desahogo por la última semana difícil que venía de tener Boca y la eliminación de la Copa.
Con Luis Vázquez ya preparado para ingresar, Benedetto aguantó el dolor de la patada que casi lo saca inmediatamente de la cancha para salir recién un par de minutos más tarde. Se llevó el aplauso generalizado desde los cuatro costados. Entre los protagonistas (jugadores y dirigentes) e hinchas pareció haber un acuerdo tácito: “todos tirando para adelante por el bien de Boca de acá en más”.Bajar el perfil, trabajar y ganar para sumar títulos locales serán los objetivos hasta fin de año. Justo antes de ingresar al túnel, el Pipa unió las palmas de sus manos en señal de perdón.
Antes de la despedida, los hinchas le bajaron el telón a la noche con un tema que no fue escogido al azar. Sonó a bajada de línea, a mensaje: “Señores dejo todo, me voy a ver a Boca, porque los jugadores, me van a demostrar, que salen a ganar, que quieren salir campeón, que lo llevan adentro, cómo lo llevo yo”. No hubo banderas, no hubo pancartas (como había sucedido hace un par de días), insultos ni repudio. La hinchada de Boca fue la que dio el verdadero ejemplo después de tanta polémica.